
La necesidad de una estrategia diferente
Europa enfrenta un desafío titánico en la competencia global por el desarrollo de la inteligencia artificial. Mientras Estados Unidos anuncia inversiones de hasta un billón de dólares en este campo, la Unión Europea ha destinado apenas 1.500 millones de euros para la fabricación de inteligencia artificial, una cifra insignificante en comparación. La realidad es que no podemos competir simplemente aumentando la inversión en infraestructura; el coste de entrenar modelos de lenguaje era prohibitivo hasta la llegada de innovaciones como el monedero chino, pero la solución no es fácil.
Invertir en talento, no en burocracia
Si no podemos igualar la inversión, debemos jugar con una estrategia distinta. En lugar de intentar construir infraestructuras mastodónticas en proyectos públicos que ya han fracasado antes (no tenemos buscador europeo, ni cloud providers líderes, ni sistema operativo, ni plataforma de ofimática https://agustincnc.com/posts/2025/02/soberania_tecnologica/ )
Europa podría adoptar un enfoque basado en la selección natural de proyectos emprendedores: destinar una bolsa de dinero público directamente a los innovadores.
Mi propuesta es simple: destinar esos 1.500 millones de euros en inversiones de 500.000 euros a fondo perdido para equipos de emprendedores menores de 30 años. Cada equipo recibiría inicialmente 100.000 euros para trabajar en su proyecto durante un año, contratando al menos a dos personas. Aquellos que logren desarrollar un producto viable y alcanzar un determinado nivel de ventas podrían acceder a los siguientes 400.000 euros para continuar su crecimiento.
Lo crucial aquí es eliminar las barreras burocráticas: sin necesidad de planes de negocio aprobados por funcionarios, sin papeleos innecesarios. Solo se les pediría compromiso con el desarrollo de su proyecto en inteligencia artificial.
Siempre me ha parecido absurdo que sean funcionarios quienes decidan que es innovación y que no lo es y que proyecto tiene futuro y cuál no. Incluso los inversores profesionales que se juegan su dinero fallan mucho más que aciertan, así que imagina un funcionario que no se juega su dinero, sino el nuestro.
Un modelo de selección natural
Es inevitable que un alto porcentaje de estos proyectos fracase, pero esto no es una debilidad, sino parte del proceso. En EE.UU., alrededor del 90 % de las startups cierran en sus primeros años, pero las que sobreviven generan innovaciones disruptivas.
Si aplicamos esta estrategia en Europa, estaríamos sembrando miles de iniciativas emprendedoras en inteligencia artificial. Aunque el 90 % no sobreviva, el 10 % restante podría generar tecnologías y modelos de negocio innovadores que desafíen a las grandes inversiones de EE.UU. y China.
Rompiendo la barrera del miedo al emprendimiento
El préstamo debería ser “ad honorem” y respaldado por una ley de segunda oportunidad que proteja el futuro de los emprendedores si la idea no prospera.
Algunos dirán que es ingenuo y que muchos se aprovecharían. Sin embargo, sigo creyendo en los jóvenes y en que la mayoría, en el contexto adecuado, se comporta de manera responsable. Uno de los grandes obstáculos para el emprendimiento en Europa no es la falta de ideas, sino el miedo a quedarse sin ingresos. Muchos jóvenes con talento no se lanzan a emprender porque no pueden permitirse pasar uno o dos años sin un sueldo. Si la UE financiara este primer año de prueba, daría a miles de emprendedores la oportunidad de desarrollar sus ideas sin miedo al fracaso.
Conclusión
Si queremos que Europa sea competitiva en inteligencia artificial, necesitamos una estrategia radicalmente diferente. No podemos ganar en la guerra de las infraestructuras, pero sí podemos apostar por la inteligencia y creatividad de nuestros jóvenes emprendedores. Darles 100.000 euros sin trabas burocráticas podría parecer arriesgado, pero es la mejor manera de generar un ecosistema de innovación.
No se trata de regalar dinero, sino de invertir en el futuro de la tecnología europea bajo un principio de selección natural: que los proyectos más viables y disruptivos sobrevivan y prosperen.
¿Seremos capaces de cambiar la forma en que financiamos la innovación o seguiremos anclados en modelos que no funcionan?